AROMA DE PINO Y MAR

La tecnología a pequeña y a gran escala es una parte muy importante de mi vida. Así que esa es precisamente la razón por la que fui a Mallorca. Mi labor consistía en montar la futura estructura informática del Bikini Island & Mountain Hotel Port de Sóller. En aquel momento, mi amigo Christoph Hoffmann, socio de la Bikini Company, también se encontraba en la isla. Cualquiera que conozca a Christoph sabe que es un espíritu inquieto. Así que ocurrió lo que tenía que ocurrir. Tras varias reuniones, un buen día me encontré con las botas de montaña puestas, listo para una excursión.

BIEN CALZADO Y PREPARADO

El punto de partida fue el pintoresco pueblo de Banyalbufar, al noroeste de la isla. Allí nos recibió el que sería nuestro guía, Salvador: un mallorquín de pura cepa que estaba casado con una alemana. Sin más preámbulos, iniciamos el ascenso por un pedregoso sendero bajo un despejado cielo azul.

Bordeando unas rocas de gran tamaño, el camino atravesaba bosques de nudosos árboles y transcurría en ocasiones por angostos pasajes.

Pasamos junto a varias masías, nuevas y antiguas, como la histórica Finca es Rafal. A medida que ascendíamos, las vistas del mar y los acantilados se volvían cada vez más espectaculares, no nos cansábamos de admirar el paisaje. El cielo estaba tan despejado que se podía ver la punta suroeste de la isla.

Era fascinante observar cómo la naturaleza se había adueñado de la escarpada Serra de Tramuntana. Era marzo y ya se vislumbraban los primeros brotes verdes. Tras encontrar un hueso de cabra en medio del camino y los restos de un refugio de más de cien años de antigüedad, empezamos a hacernos preguntas: ¿Cómo podía vivir gente a esa altitud hace tantos siglos? ¿Hay lobos en esas montañas?

Tras algo más de una hora de ruta, nos empezó a entrar el hambre y Salvador demostró que, además de ser un fantástico guía, está preparado para todo. En un abrir y cerrar de ojos nos montó un delicioso pícnic con productos típicos de la tierra: pan fresco sin sal, queso de cabra, aceitunas, limón, aceite de oliva y paté. No podía faltar una bota de vino tinto mallorquín y ajo fresco. Christoph, que fue el encargado de cortarlo, asegura que todavía le huelen las manos...

Sentados en el suelo, con el lejano rumor del mar y el canto de los pájaros como banda sonora, teníamos la sensación de no haber comido nada tan delicioso en nuestra vida.Después del descanso, continuamos la excursión. Con el Puig de Galatzó y el pueblo de Estelencs, que se halla escondido entre grandes montañas, como telón de fondo, atravesamos un denso encinar por senderos secretos.

Desde allí la panorámica de la Serra de Tramuntana era impresionante y se veía la bahía de Palma. Desde el remoto pueblo de Puigpunyent, bajamos durante aproximadamente una hora por antiguos caminos de carreteros que atravesaban un bosque mixto. Pasamos por viejos olivares que, junto con los naranjos, son los árboles que mejor representan estos bellos parajes. Finalmente llegamos al Coll des Grau, donde nos esperaba el autobús del hermano de Salvador. Volvimos por carretera a Banyalbufar, donde disfrutamos de una merecida Estrella en el bar del pueblo.

CONCLUSIÓN...

Tanto si eres un curtido excursionista como si no, no puedes perderte la experiencia de subir a la Serra de Tramuntana, donde las sensaciones, las vistas y los olores te harán olvidar la Mallorca que conocías: las hordas de turistas y el Ballermann. Esta es la auténtica Mallorca que nadie debería perderse.

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About Dominic Papenheim

Dominic ha dedicado toda su vida a la tecnología y a la innovación. Su actividad se centra en hacer un seguimiento de los nuevos proyectos, desde Corea hasta Silicon Valley, para ponerlos a disposición del público con conceptos creativos. Para él es fundamental que la tecnología sea divertida y nos haga la vida más fácil, especialmente en el sector hotelero, donde desarrolla sus actuales proyectos: 25hours y Bikini Island & Mountain Hotels.

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